es veo discutir. Hay una molesta llovizna pero me provocan curiosidad y me acerco con disimulo, oculta por una de esas macetas gigantes que hay ahora en los paseos en los que no se pueden plantar árboles. Parece que van a terminar pegándose a juzgar por sus gestos, pero no llegan a ello. Uno va acompañado por un perro, que olisquea el suelo y se aleja del dueño ya que se aburre y no va atado, y el otro va en bicicleta con casco pero por la acera. Entre sonidos y gestos, entiendo que uno ha increpado al otro porque su perro casi le tira de la bici y el otro le ha criticado por circular por la acera cuando tiene el bidegorri a diez metros. Empiezan muy mosqueados. Gesticulan con enfado y cada uno defiende que el otro había actuado mal. El que casi se cae por el perro no se baja de la bici y el amo del animal le insiste en mostrarle con el dedo un bidegorri. Cotilleo todo lo posible para ver cómo termina. Finalmente, parecen aplacados y hasta sonríen. Terminan admitiendo los argumentos del otro, al menos aparentemente, y se van. Eso sí, el ciclista sigue por donde iba, una acera en la que hace tiempo dejó de existir el bidegorri, y el amo del perro, también tan campante, con su perro en libertad. O sea, sabemos lo que está mal, pero si lo hacemos nosotros está bien.