rse de vacaciones a un destino turístico, visitar las piedras de turno y tumbarse sin pensar en nada ya no es suficiente en la era pospandemia. Al ocio se le pide más. El consumidor necesita vivir la experiencia y, no contento con ello, tener la sensación de que ha aprovechado el tiempo. Una de las tendencias del futuro es la gamificación, que va entrando de la mano de la digitalización impulsada por la pandemia también en este sector. Por decirlo de alguna manera, consiste en utilizar técnicas propias de los juegos en entornos no lúdicos. Valga como referencia la fiebre que se desató hace unos años con el Pokemon Go. Puede ser un tanto aventurado imaginar al turista del futuro persiguiendo bichos virtuales con el móvil, pero hace dos años sonaba mucho más extraño ir por la vida con una mascarilla, y aquí estamos. Dicen quienes entienden de esto que la introducción de elementos lúdicos en la oferta vacacional consigue una mayor penetración en el recuerdo del turista. No sé. Puede que sea una gran manera de visitar de forma divertida un municipio y aprender mientras lo caminas y resuelves acertijos. Puede que así sea, pero si hay pantallas de por medio cuando precisamente las acabas de apagar para tomarte unos días de respiro, quizá sea más tentador el ocio contemplativo.