a vacuna contra el covid-19 que me inyectaron la semana pasada, además de darme fiebre, me dio pie a preguntarme cuestiones relacionadas con parte del personal sanitario al que hace un año aplaudíamos a las ocho. Cuando en Osakidetza se han cerrado servicios como quirófanos o consultas externas a causa de la pandemia, ¿esos profesionales han pasado a reforzar la primera línea de batalla contra el virus? Y si no es así, ¿qué han estado haciendo? Pero, más allá de cuestiones retóricas que se responden solas, me asalta la duda de cómo puede ser que hayamos corrido a vacunar a quien todavía no atiende de forma presencial en nuestros ambulatorios. Será cosa del sistema. Mientras en Nafarroa el 70% de la atención de cabecera se hace in situ, en la CAV seguimos explicando por teléfono al médico de turno en qué parte del estómago nos duele, según nuestras limitadas nociones de anatomía. Si nos entiende, vaya milagro. Si insistes mucho, igual, consigues que te den cita. Gracias, un detalle. Y como es humano tener miedo y queremos asegurarnos que el que nos atiende no es un robot -en apariencia, al menos- nos lanzamos a saturar urgencias. ¿Y en el camino? Diagnósticos tardíos, diagnósticos erróneos y muerte, pero no por covid-19, se lo aseguro. Salgamos a aplaudir a las ocho. Salgamos.