estas alturas de pandemia hay que ser cenizo para no darse cuenta de que esta vez sí, es la buena. Vamos, que al dichoso coronavirus le despedimos de una sonora patada viral. Además hoy comienza el verano, y todo es jauja, y guay. Llegan las vacatas, y encima nos quitan la mascarilla en unos días. Sí, por fin. Después de asistir con cierta expectación al desenlace de las últimas semanas, todo fluye y parece indicar que la vacuna se merienda al bicho de marras. Así que nada, a recuperar el tiempo perdido. Nos vamos de tapitas al sur, que vete a saber qué extraña mutación aguarda. Y ahora que no hay posible vuelta atrás, te anuncian que Reino Unido se encamina hacia la tercera ola debido a la dichosa variante delta. Y en estas mismas páginas te advierte Rafael Bengoa, exdirectivo de la OMS, que "cuidado con invitar alegremente a turistas ingleses". Y te dices que no, joder, qué más podría pasar. Y te respondes que el mayor temor mundial sería la aparición de una variante del coronavirus que sea resistente a las vacunas. Y no quieres ni pensar lo que tiene que ser volver a la casilla de salida. Y vuelves a preguntarte por la delta, y ves que la prevalencia es aquí inferior al 1%. Y escuchas a inmunólogos y especialistas en Salud Pública descartar el peligro, y respiras más tranquilo. Pero, no sé, como que no te fías.