ay un porcentaje de personas para las que el coronavirus es un riesgo secundario, no porque crean que no les va a afectar o porque sean negacionistas, sino porque tienen otras prioridades como, por ejemplo, no perder el trabajo. Más de un autónomo que ni se plantea acudir a un cribado, no vaya a ser que dé positivo y le obliguen a parar. Pero también está el que, aún habiendo positivos en su entorno, se coge quince días de vacaciones de su familia confinada para no dejar de trabajar, yéndose a casa de quien le acoja en este apuro temporal. Pero entre quienes trabajan por cuenta ajena también es complicado gestionar aislamientos sin baja, cuando la opción del teletrabajo no es posible -¿días de vacaciones?, ¿permisos remunerados?...-, por lo que la alternativa es mentir. Ya lo dicen los rastreadores de Osakidetza, la gente miente. Pero no es una cuestión que se circunscriba solo a la pandemia del coronavirus. Por razones que no vienen al caso, asistí en una consulta cómo una mujer a la que le avisaban por teléfono que tenía un tumor de mama y que debía acudir a consulta cuando antes para iniciar el tratamiento, se negaba por el simple hecho de que la cita era en horario laboral. Ojiplática, la ginecóloga no daba crédito.