asta aquí he llegado. A partir de hoy, me declaro en rebeldía y paso a ser un descreído más. Ha sido un largo camino, un año entero, intentando ser constructivo, hacer pedagogía, trasladar confianza, justificar los vaivenes, relativizar los fracasos, apoyar las medidas contra el covid, que al fin y al cabo las toman personas, humanos que cometen errores, y que lo hacen teniendo en cuenta la opinión de un sinfín de expertos. Han sido muchas charlas, a veces contra corriente, enfrentándome a todo tipo de miedos, teorías, desinformación, intentado construir un relato coherente frente a mucha gente. Ya vale. La sucesión de acontecimientos en los últimos días ha podido conmigo, AstraZeneca mediante. A partir de hoy, he perdido la confianza en quienes gestionan la crisis. Aquí y allí. Estamos ante un desastre mayúsculo, un ejercicio de desmotivación de masas, un enredo al estilo de las películas de Antonio Ozores y compañía. Abdico. Y no creo que nadie tenga autoridad, a estas alturas, para pedir nada a nadie. Ni siquiera que cumpla con las restricciones. Desprecio las medidas que se les sigan ocurriendo: palos de ciego, ocurrencias miedosas, de cálculo político. Me voy a vacunar porque soy cabezón y acabo lo que empiezo. Por responsabilidad. Pero admitámoslo: hemos fracasado.