ice una peluquera, pero podría ser también el dueño de la tienda de ropa de la esquina o la fisioterapeuta de enfrente, que las últimas medidas de restricción de la movilidad les están ahogando, que "Beasain es Goierri" y que a su establecimiento acude gente de toda la comarca e incluso de algún municipio más lejano. "¿Cómo vamos a aguantar si el jueves solo tuvimos cuatro clientes? ¡Y aquí trabajamos tres!", es decir, tres familias. Ya el primer día de las restricciones, que en Beasain comenzaron una semana antes de que lo hicieran en el resto de Gipuzkoa, fue el día de las cancelaciones y los brazos cruzados. Incluso en el súper, que viene haciendo cajas jugosas desde el inicio de la pandemia, lo han notado. Pero hay quien tiene colchón y quien no. Tres bares, al menos que yo conozca, no han vuelto a abrir sus puertas. Las decisiones son dolorosas, sobre todo cuando en un lado de la balanza está la salud y en el otro el pan de cada día de tantas personas. La mayoría, sin embargo, las respetan y parece que dan resultados porque la evolución epidemiológica del virus ha mejorado. Pero cuando el que incumple es aquel que, por encima de todo, debería dar ejemplo, al resto se nos queda cara de circunstancia. En lugar de cansancio pandémico van a tener que hablar de cabreo pandémico. Y eso sí que, por desgracia, no ayuda en la lucha contra el virus.