ecuerdo los primeros días de la pandemia, aún atónita por la situación, cuando una persona muy cercana me dijo que sabía de buena fe que Bill Gates nos quería poner un chip para controlarnos a todos. Como es una persona a la que aprecio, traté de entender de dónde sacaba esas conclusiones y llegaban, cómo no, de páginas de Internet, donde antes de la llegada del virus ya se hablaba del chip. La pandemia vino al pelo para redondear la historia. Durante bastante tiempo, los negacionistas del virus han sido muchos y también los que decían que no se iban a vacunar, que mejor se vacunaran los demás primero. Aun sabiendo que hay personas antivacunas -todas inmunizadas desde hace años contra otras enfermedades y más si se iban de vacaciones al trópico- no pensaba que este sector se iba a diluir tan rápido y dejar paso a otra especie humana: el caradura poderoso trincavacunas. Este se inmuniza primero "porque yo lo valgo", que diría el anuncio, y luego da toda clase de explicaciones. Se puede entender que si hay líquido sobrante no se tire y se aproveche en riguroso orden de lista, criterio o protocolo. Pero programarlo saltándose la cola es el colmo. Algún listillo se ha quejado de lo mal que lo está pasando su familia. Lo siento por ella, pero si pasa vergüenza será por su culpa, no por la de los demás.