os docenas de tráilers querían el lunes volcar pescado en Downing Street. Fuera del mercado único, deben cumplimentar un papeleo que alarga a dos o tres días ese proceso del mar británico a nuestra mesa que antes duraba uno. Ahora menos barcos europeos faenan en aguas británicas y el pez británico por fin es solo británico. Para eso querían el brexit. Ajeno al intento de volcado, en el del 10 de Downing Street, Boris Johnson lleva meses a dieta. Tres semanas tras el brexit, tiene entre las manos una patata caliente porque -entre otros errores- su ministra, Victoria Prentis, no leyó el acuerdo. "Estaba ocupada con la Navidad", dijo en la Cámara de los Comunes. En plena nueva ola del independentismo escocés (antibrexit), la mayoría de los pescadores afectados son escoceses. Lío sobre lío. Con el brexit Londres celebraba haber alejado a Bruselas. "No sobrevivimos a los nazis para acabar dominados por Merkel", decían los brexiters. Hoy Johnson arrastra a su sector pesquero como Thatcher hizo con el astillero. Un declive que ni los bombardeos nazis lograron, recuerda el periodista Fintan O' Toole en su ensayo sobre el brexit (Un fracaso heroico, Capitán Swing). Johnson tiene cerca de 150.000 toneladas de pescado con las que no sabe qué hacer. El brexit en su cabeza era espectacular.