o es el personaje de una novela costumbrista, ni tampoco una invitada de Sálvame que cuenta cómo un día se cruzó con Isabel Pantoja en el dentista y pudo ver que tenía un hueco en el premolar derecho. Resulta que la borrasca Filomena solo tiene reconocido un apellido, Madrid. No digo yo que lo de la capital del Estado no haya sido para tirarse de los pelos (hospitales con accesos cerrados, personas fallecidas que siguen en sus hogares por la imposibilidad de que los servicios funerarios puedan llegar, niños y niñas sin colegio...) pero supongo, no tengo datos porque no nos han dado muchos, que en otros puntos la nieve también habrá hecho estragos. Insisto, sé que la incidencia de una nevada descomunal en Madrid se multiplica por veinte, por las afecciones en el transporte o en la distribución de mercancías. Pero supongo, y no tengo datos porque no nos han dado muchos, que en la España vaciada o en municipios con la luz cortada o sin abastecimiento de alimentos habrán apagado la radio a pilas para dejar de oír que en la calle Fuencarral se habían caído los árboles o que en la panadería de Alonso Martínez las baguettes se habían agotado antes de llegar a las estanterías. Por cierto, bajo la nieve, en Madrid o en Cuenca, sigue muy vivo el COVID-19.