diós. "¡Por fin!", podríamos decir. Pero viene otro y ahora mismo no me atrevo a estar esperanzado. 2020 nos pilló brindando, como todos los años, pero al poco se reveló como un desastre que, más allá de la pandemia, ha dejado al trasluz nuestras debilidades y carencias. Nos ha mostrado lo lejos que estamos de ser una sociedad madura y equilibrada. A mí de esta burra no me baja nadie y creo que lo peor de todo no es el virus, sino la especie en la que estamos mutando. Todos dicen que el nuevo año 2021 difícilmente puede ser peor que el que estamos a punto de dejar atrás. Pero quienes hemos logrado mantenernos de pie en lo laboral, social, emocional y demás (afortunado me siento), deberíamos reflexionar. Y lo que siento es que aún tengo mucho que perder, a pesar de los pesares, de los traumas, secuelas y deudas que nos ha traído este oscuro 2020. Cuando me llamen, me vacunaré, cual sumisa oveja, porque es lo que tengo que hacer. E iré sin que nadie me tenga que explicar por qué. Intentaré también sobrevivir a las redes sociales y las grandes plataformas que nos facilitan tanto la vida. Por el mismo precio, me esmeraré en ser un poquito mejor persona, aunque dicen que los años avinagran el carácter y enrarecen. Y si no ganamos la final de Copa (ni pensarlo quiero)..., pues otro año será.