a pandemia nos iguala, disparató alguien que no sabía de lo que hablaba. El virus es el mismo, pero las medidas para hacerle frente son diferentes de un pueblo a otro. Llevamos un verano, parte de la primavera y medio otoño a vueltas con lo que se podía hacer en la CAV, en Iparralde, en Navarra y alrededores. Apurando el resquicio de la legalidad para vivir al borde del estraperlo y sentirnos por poco contrabandistas de bienes hoy más apreciados que ayer. Los debates se suceden después de cada comparecencia en la que el responsable político de turno vuelca una cascada de medidas que confía no se queden cortas -spoiler: casi todas se quedan cortas si no se empezaron a tomar cuando los indicadores bailaban de manera peligrosa (pongamos que en septiembre)-. A esa comparecencia le siguen decálogos aclaratorios de lo que no quedó claro, uno de los símbolos de esta pandemia de jaula de grillos. "¿Y por qué aquí el toque de queda es a las 22.00 horas y allí a las 23.30 horas? ¿No es el virus el mismo?". El debate de criticar medidas que según el día son absurdas y contradictorias entre sí mientras las cuatro recomendaciones básicas empapelan las paredes de nuestras vidas como parte del decorado. Al lado del cartel de salida de emergencia. En esas recomendaciones está la salida.