ay decisiones que no soportan un tuit pero que hay que tomar. A riesgo de parecer incoherente. Ni siquiera supimos interpretar que la pandemia que vimos cuando ya estaba con nosotros, había entrado en casa, se había cambiado las zapatillas y se había sentado en el sofá, nos iba a obligar a tomar decisiones sobre toda nuestra vida y nuestra muerte. Que nos meteríamos en casa quince días (quince€) y que al salir, el sol luciría radiante como cuando acaba una tormenta de verano de las que parece que se va a tragar el mundo. No fue así, pero decidimos sobre los planes que ya teníamos cerrados, los que íbamos a cerrar y los planes que teníamos que hacer pero no los queríamos. Acertamos y fallamos, que es lo que ocurre cuando hay que decidir sobre (todos los aspectos de) toda la vida. Se nos vieron las costuras con decisiones que eran incoherentes con otras que habíamos tomado. El tiempo habla sin que nadie le pida opinión, y da y quita razones. El ser humano -que se estrenó en las redes sociales contando su vida- hoy las utiliza para sentenciar sobre cualquier decisión. De otros, claro. Un listón constante al que pocos sobrevivirían pero lo aplican. Quizá porque las decisiones que merecen ser comentadas, pese a las incoherencias que cometemos, no son más que cuatro.