on cierta frecuencia se critica a los profesionales del deporte porque no se pronuncian sobre cuestiones políticas y sociales. Es algo que no sucede, por ejemplo, en el mundo de la cultura. A los actores, actrices, artistas, cantantes y escritores se les reclama, casi como una exigencia, que se mojen. A los deportistas no, aunque, como en todo, hay excepciones y no conviene generalizar. Hay profesionales y profesionales, y luego están los jugadores de la NBA, que se han convertido en abanderados de la lucha contra el racismo. Hay quien ya compara el plante (que no boicot) de los jugadores al recordado gesto que protagonizaron Tommie Smith y John Carlos tras ganar las medalla de oro y bronce de los 200 lisos en los JJOO de México '68. Con el puño cubierto por un guante negro, alzaron el brazo mientras sonaba el himno de EEUU para reivindicar los derechos de la población negra. Sobra decir que en su propio país fueron condenados a la hoguera pública. Ni siquiera ocho años de presidencia de Barack Obama han aplacado el problema racial. Es algo más, mucho más, que un problema del color de piel. Por eso resulta alentador el plante de los jugadores de la NBA, que han dicho basta al racismo y la impunidad, y se han plantado.