uida, fuga exilio, abandono..., son algunas de las palabras que se han empleado estos días para explicar la decisión de Juan Carlos de Borbón de largarse de España. La elección de una u otra no es inocente y explica la posición desde la que se aborda la crisis de la monarquía española y el juicio que merece el comportamiento del rey emérito en particular. Desde Euskadi, en general, todo este jaleo creo que se observa con bastante distancia y mucha indiferencia. Es cierto que las acusaciones que pesan sobre el rey emérito son especialmente graves y que su conducta privada no parece acorde con la ejemplaridad de un cargo que está blindado por la inviolabilidad, pero como acaba de decir Aitor Esteban, no está muy claro que a Euskadi le vaya a ir mejor con un presidente republicano del pelo de Aznar, por poner un ejemplo, que nos es muy conocido. En el fondo, esta es una cuestión entre los que, por una parte, enarbolan la tricolor con la morada y los que, por otra, empuñan el mástil con la rojigualda. La ikurriña, en el sofá, como se está ante la televisión, asistiendo al espectáculo; entre otra cosas, porque también ondea en un suelo republicano muy hostil a las nacionalidades sin estado. ¿República o monarquía? Respeto a la voluntad de los vascos.