todas nos ha pasado, cuando nos podíamos reunir más de veinte alrededor de una mesa, que haya venido la camarera a recitarnos la más que larga lista de postres: arroz con leche, tarta de manzana, sorbete de limón, tarta de queso, mamia, tarta de chocolate, helado... y siempre, impepinablemente, había quien pedía: “¡Yo flan! La respuesta, claro, era “no hay flan”. Seguía un poco más adelante en la mesa repitiendo toda la lista y al acabar, ¿saben qué pedía el despistado de la izquierda? No hace falta mucha imaginación: flan. La camarera acababa rezando el rosario por lo bajini y todo solucionado. Pues ahora nos está pasando lo mismo. Podemos salir a la calle, ir al monte, tomar algo en una terraza, ir a la playa (la verdad que lo de la parcelita de 1,5 por 1,5 no mola, pero así son las cosas) y se nos ocurre que ahora, con el COVID mordiéndonos las pantorrillas, lo que nos apetece es reunirnos con los de la uni a los que no hemos visto ni llamado en veinte años y, a ser posible, conseguir que nos juntemos más que para una boda. Anda, pues no se puede. Y toca criticar y decir esto, lo otro y lo de más allá. A mi tía cuando le operaron de las rodillas se le ocurrió decir que no podía ir andando a Pasajes, y no salía ni del portal. Pues eso, que no hay flan, pero la pantxineta está muy rica. ¡A disfrutarla!