ba a hablarles de los jefes, pero como están mirando, les voy a hablar de los profesores, que es lo mismo. Una lotería. Yo más bien soy de no esperar mucho, y normalmente me va bien, porque reconozco que me he llevado gratas sorpresas con varios irakasles de mis hijos, cada uno en su estado natural. Sí hay una diferencia, y es que mientras un jefe te dura más tiempo, en la escuela pública no paran de darle a la ruleta y cada verano, por no decir cada cambio de luna, la rueda se pone a girar y tienes que cruzar los dedos para ver qué te toca en suerte. Aunque el sistema es deficiente, lo bueno que tiene es que los niños al final tragan de todo y, en el fondo, eso les curte y les hace estar más preparados para lo que van a encontrar en la vida: compañeros de trabajo, jefes€ personas maravillosas, brillantes otras, creativas también, y otras que no hay por dónde cogerlas, pero son parte de la fauna. Pero si algo tengo claro, es que nuestro sistema educativo necesita un empujón de los buenos. Hemos tenido suerte de que la pandemia nos cogiese con el curso avanzado, más de la mitad, al menos. Pero ya no me conformo con rellenar los seis números de la Primitiva, porque ahora mismo creo que el próximo curso va a ser un fracaso. O apostamos, o lo dejamos.