a de Wael Jallouz era la historia de cualquier joven promesa que despunta en un Mundial junior. En el de 2011 se colgó la medalla de bronce con Túnez, que es la manera directa de situarse bajo el radar de los grandes clubes. Tres años más en el Hammamet de su país y saltó a Alemania. A uno de los grandes entre los grandes: el Kiel. Luego fichó por el FC Barcelona, donde entrenó y jugó con los mejores en su posición. Hoy, recién cumplidos los 29 años, piensa en dejar el balonmano. Sospecha que el balonmano hace ya un tiempo que le dejó. En diciembre de 2017 se lesionó en una de las tibias y al regresar a la pista, sufrió una enfermedad ocular y una infección que le hizo perder peso. Las dos cesiones para recuperar el nivel, su nivel, tampoco funcionaron. En la segunda, en enero del año pasado, una peritonitis casi acaba con su vida. Campeón de la Champions, de la Liga Asobal y de la Bundesliga, se sincera en una entrevista en La Vanguardia: "Yo quisiera seguir jugando, pero mi cuerpo no me deja". Es la historia de cualquier promesa que despunta en un Mundial, pero que un día esa historia toma otro rumbo. A Jallouz le queda un año de contrato en Barcelona, pero a su cuerpo, no: "Quería llegar lejos, pero la vida no siempre va como nosotros queremos. No siempre nos da lo que queremos".