l señor Clemente Chanclu me ha escrito para decirme que ha aprobado el pago inmediato de mi fondo de compensación, que no tengo, valorado en dos millones y medio de dólares estadounidenses, que tampoco tengo ni tendré nunca. También me ha escrito el señor Glen Moore, este un poquito más tacaño, para decirme que, por lo que sea, me corresponden 250.000 dólares americanos que Estados Unidos ha reservado a víctimas de estafas como yo, y además supervisadito por el FBI, aunque en realidad todavía no me ha dado tiempo a que me estafe el señor Chanclu. Y finalmente, me llega un mail de OpenBank, donde ni siquiera tengo cuenta, para decirme que me la han bloqueado y que por mi seguridad debería darles mis datos y mi contraseña porque, total, si ya está bloqueada para qué la quiero. El confinamiento se ha convertido en una fiesta donde el fraude, los timos y los robos campan a sus anchas en nuestros correos sin que nadie haga nada. Hay muchos más: la prestación del paro, los móviles a un euro o los de Correos diciéndote que no te pueden entregar un paquete porque, de pronto, se les ha olvidado tu dirección y te piden que se la recuerdes. Jódete. Es la otra lección de esta pandemia, nos enseñan que Internet es un lugar sin ley, salvo que hagas chistes malos en Twitter, entonces sí eres un criminal porque ofender es peor que robar.