Recuerdo que en varias ocasiones la andereño de algun@ de mis hij@s (no voy a decir cual) me dijo que “huía del conflicto”. Lo dijo en tono neutro pero me pareció notar cierto deje, quizá sea solo que una es suspicaz. ¡Como si fuera malo! Huir del conflicto no quiere decir que no se sepan defender las ideas sino, así lo entiendo yo, que no se es partidario de la bronca por la bronca. Pensé que era genético. A mí la bronca porque sí no me va. Ocurre que hay mucha gente que es fan de la bronca, que la busca, que la crea. En el patio, en los bares y en la política. Hay otro tipo de gente, los listos de las narices, que sin ir buscando bronca van metiendo el dedito en el ojo con frases tipo “¿tú crees que sí? Yo diría, casi seguro, que de eso nada”. Esos fastidian, y mucho. La cosa es que te pasas la vida aguantando a los bronquers, que como término no existe pero me da igual, pensando que es mejor quedarte al margen, hasta que, por lo que sea, llega esa gotita puñetera que colma el vaso y saltas y la armas. Entonces todo el mundo se sorprende. “Si no era para tanto. Menuda tontería”. Y los ojos y las críticas van para el que históricamente no había montado la bronca. Los bronquers y los listillos, a lo suyo. Echando leña al fuego. Buff, y a diario, señoras y señores.