lo que más me gustó del monólogo de José Sacristán en TVE encarnando al año 2019 en sus horas finales es que no se apropió ni de lo bueno ni de lo malo que nos ha pasado en este tiempo. Tendemos a culpar al año en curso de todo lo malo que nos pasa y hasta creemos que por cambiar el último dígito del calendario la cosa va a mejorar por sí sola, así que este año que el cambio ha sido doble, al pasar de 19 a 20, tiene que ser doblemente bueno, pensamos, aunque en solo cuatro días nos haya dejado claro que las tragedias siguen y seguirán ocurriendo. Sacristán encarnó al año 2019 como un testigo más de lo que hemos estado haciendo los que poblamos este planeta, en ningún momento se arrogó poder cambiar nuestras vidas, que ya es más de lo que hacemos nosotros mismos cometiendo el error de personificar los años. Confieso que tenía ganas de ponerle rostro a ese 2019 cabrón que me dejó KO (y siguió pateándome en la lona), para partirle su puta jeta, en plan cobarde, ahora que flojeaba en la decrepitud de sus últimas horas. Pero fue verlo con el rostro bonachón de Sacristán, ajeno y aparentemente sincero a todo lo que nos había pasado, y se me pasaron. Además, ese año salvaje y cabrón ya se había cebado hasta dejarme noqueado; más miedo me da pensar de qué será capaz este 2020 del que ni siquiera conozco su rostro.