La verdad es que somos unos hijos de puta, y no lo digo yo: lo leo aquí muy a menudo. Sin necesidad de recordar Atapuerca, donde sin duda cometimos un sinfín de crímenes, y ciñéndonos al impulso islamófobo, lo cual nos libra de rendir cuentas por la conquista de América y otros abusos, destaca nuestra crueldad atávica en la toma de Granada, la represión de La Alpujarra, la ocupación del Rif, el bombardeo de Tetuán, la doble traición saharaui y, last but not least, la actual negativa a abrir un corredor marítimo que facilite la huida de todo magrebí harto de su país, país cuyo latrocinio gubernamental y fanatismo religioso, ya puestos, igual son fruto de la colonización. Aplíquese, pues, el cilicio, ya que somos unos hijos de puta al menos desde la caída de Al-Ándalus hasta hoy mismo. Y no se haga ilusiones: cada vez que oiga o grite Europa, canalla, va también por usted. Etxarri no está en Bali.

Así que, enriquecidos en ese ayer cruzado e imperial, envilecidos por un presente explotador e inhumano, tras sumar al destierro de 300.000 moriscos el voraz cementerio mediterráneo y convertir África en una gigantesca prisión al aire libre, o sea, siendo tan hijos de la grandísima puta, espero que alguien subraye tal currículo genocida si mañana mil nietos de la desesperación asesinan a 260 chavales, un suponer, en sanfermines, se llevan a rastras a 150 a Tombuctú y queman vivas a muchas familias de la cuenca que, con todo lo que ha hecho y hace Occidente, aún tienen la pachorra de existir como si fueran inocentes. Ya basta de tanta charanga impune y siesta irresponsable. Habrá que apechugar, ¿no?