Subrayaré una obviedad: Bildu es legal. Cumple los requisitos que le exigieron para serlo y, por si olvida alguno, le acompaña un foco que ilumina día y noche sus pasos. Además, es una coalición de hecho legalizada, es decir, que participa con normalidad en las instituciones de la aldea, la capital, la metrópoli y el cogollo continental. Aparece en medios públicos y privados, y sus políticos se lucen en saraos y debates. Cabe recordar, claro, lo que hicieron durante décadas varios de sus líderes y lo que apoyaron entonces muchos de sus fieles. Así habrá quien jamás vote a Bildu por aquello, quien vote a Bildu pese a aquello y quien vote a Bildu precisamente por aquello, con el orgullo de ser el futuro de aquel pasado. Esta es otra obviedad.

Sin embargo, tales cuitas son personales, particulares. Pueden ser mías y tuyas. Pero, si un partido las eleva a principios colectivos, debe avisarlo por megafonía y con antelación: con los malos, ni a heredar. También si prefiere lo contrario: con los reseteados, sin problema. Lo que ofende es esa ambigüedad de mostrarse vegano y carnívoro, y cuando preguntan responder que no tienes hambre. Y es ridículo un remilgo que impide pactar aquí con quien sí se pacta allí, y viceversa. ¡Vaya tiquismiquis a la carta! Se entiende la negativa por cálculos electorales o discrepancias ideológicas, pero si aluden a distancias éticas urge señalar que se tarda lo mismo de Madrid a Pamplona que de Pamplona a Madrid, con visita de ida y vuelta a Durango, un suponer. Lo demás es engañarse y engañarnos, y confundir la legítima pelea por el poder con un ruin chalaneo moral..