El 25 de agosto –a algo más de dos meses de distancia– se ve muy lejano para las formaciones catalanas que aspiran o dicen aspirar a la presidencia de la Generalitat. Se diría que confían en que se produzca algún tipo de milagro antes de que llegue la fecha límite para accionar el botón de la repetición electoral.

Y es cierto que, como dijo ayer el president de Parlament, Josep Rull, en Catalunya hay costumbre de “conseguir cosas inauditas”, pero, por eso mismo, tal vez en este caso veamos lo del cántaro roto de tanto ir a la fuente.

La otra opción es que asistamos no a algo inaudito si no a una situación que ya se ha dado en el pasado en varias ocasiones, a saber, la conformación de un tripartito liderado por PSC junto a ERC y el partido de izquierda confederal del momento, ahora los Comuns.

El dilema de ERC

Desde luego, esa es la única opción aritméticamente viable sin que haya que recurrir a estrambotes que no caben en ninguna cabeza, como que el PSC se haga a un lado y deje vía libre a la investidura de Carles Puigdemont. Ni siquiera con los Presupuestos Generales del Estado como moneda de cambio ni con la amenaza de reventar la legislatura en Madrid.

El partido que ahora lidera Salvador Illa tiene demasiado reciente su travesía del desierto y su reducción a la irrelevancia como para volver a tirarse por el barranco. Es cierto que, sabiendo de lo que es capaz de hacer Pedro Sánchez por su supervivencia, puede caber el temor de que obligue al PSC a hacerse el harakiri, pero es impensable que, llegado el caso, los socialistas catalanes obedecieran.

Fuera de fórmulas exóticas, lo peor que le puede pasar a Salvador Illa es que se repitan las elecciones. Pero esa opción tampoco es un desastre para él porque, más que probablemente, volvería a ganar, incluso superando sus actuales 42 parlamentarios.

La hipotética vuelta a las urnas tampoco parece que perjudicaría especialmente a Junts, y menos con Puigdemont haciendo campaña ya en suelo catalán.

Así que el auténtico embolado es para Esquerra. En medio de su marejada interna, debe escoger entre darse un bofetón apoyando a Illa o suicidarse en unos comicios repetidos.