Había apostado conmigo mismo a que el juez campeador Juan Pablo Llarena no dejaría pasar más de tres horas tras la publicación en el BOE de la ley de amnistía para hacerse notar. Obviamente, gané.

A media mañana, ya sabíamos que el magistrado que se la tiene jurada a Carles Puigdemont había hecho saber a los cuerpos policiales que la orden de búsqueda y captura contra el president expatriado seguía vigente hasta que la autoridad competente dictaminase lo contrario.

Eso, por delante. En la misma providencia (que ya tiene bemoles el nombre de la figura judicial) pregunta a los fiscales del procés si procede o no aplicar la norma recién promulgada al propio Puigdemont y a los encausados Toni Comín, Lluis Puig y Marta Rovira.

En realidad, se trata de una pregunta retórica, porque el mismo día en que el Congreso dio luz verde a la ley, los cuatro fiscales se apresuraron a advertir de que ninguno de los mentados dirigentes soberanistas era amnistiable en virtud de los delitos que se les imputaban.

Y además, el pacto

La parte medio positiva del asunto es que hay cinco días para responder y que, en todo caso, tiene que mediar la intervención de la Fiscalía general del Estado, que más que probablemente sostendrá el criterio del gobierno que designó a su titular.

En todo caso, cada vez está más claro que volvemos a instalarnos en el choque de trenes entre la legalidad vigente y una parte de quienes deben aplicarla, átenme esa mosca por el rabo.

Todo eso, en un contexto político de nuevo de alto octanaje en Catalunya, tras el pacto entre las fuerzas soberanistas que propició que la presidencia del Parlament fuera para Josep Rull, uno de los pioneros del 1-O, que tuvo que pasar una temporada en la cárcel de Lledoners.

La lectura que hace el ultramonte político y mediático es que hay un regreso a las andadas. La idea que se vende es que, tras los sucesivos reveses electorales, el independentismo se está rearmando.

Suena un tanto exagerado, pues la jugada del lunes no garantiza que se vaya a calcar el pacto para investir a Puigdemont. Pero funciona para embarrar el campo, que es de lo que se trata.