Frente a la gran máxima del considerado maestro de mi gremio Ryszard Kapuscinski, yo creo que los que más y mejor prosperan en el desempeño del periodismo son los cínicos; véase el tipo al que le dedico las cuatro letras en esta misma página.

Y ni siquiera se trata de un arma para medrar. Lo es también para sobrevivir haciéndose el tonto dando bola a noticias que no deberían serlo o redactando titulares con más agujeros que un queso de Gruyère. ¿Ejemplo? Los que glosan como histórica, apoteósica o aplastante la victoria de Vladímir Putin en las elecciones presidenciales de Rusia del pasado fin de semana.

Es verdad que si te da lo mismo arre que so, la obtención de un respaldo del 87% te puede parecer la releche en verso. Pero entonces será porque has cerrado los ojos ante a la patética farsa electoral en la que tales resultados se han dado.

Héroes de verdad

Ya no es que la auténtica oposición, la sistemáticamente encarcelada o apiolada, no haya tenido la mínima oportunidad de concurrir en los comicios. Es que, incluso, como hemos visto en imágenes de lo más ilustrativas, los gorilas del sátrapa entraban en las cabinas electorales y hostiaban a modo a quienes osaban coger una papeleta que no fuera la del zar del siglo XXI.

Mis respetos al heroico 13% que se la ha jugado metiendo en la urna un voto insurrecto. Mi admiración por quienes, siguiendo el llamamiento de la verdadera resistencia, han acudido a los colegios a mediodía, como fue el último deseo del difunto Alexéi Navalni. Anoto al margen que manda narices que, en la situación actual, el mártir de la contestación sea un tipo que, yo diría, no tenía del todo la muda limpia.

Pero eso solo es una muestra más del inmenso despropósito que vivimos. Porque en la contraparte, la izquierda verdadera le canta las mañanitas y le baila el agua a un matarife que vacía sus intestinos sobre los Derechos Humanos más elementales.

Provoca entre grima y asco absoluto que todos los cantores de la resistencia revolucionaria en Gaza o el Sáhara hayan renovado su llamamiento a la rendición del pueblo ucraniano. Y que citen a Francisco como fuente de autoridad es de puñetera traca.