Del tristísimo espectáculo de la sesión del Congreso de los Diputados que se celebró en el Senado por obras, nos quedaremos con lo positivo. Las medidas anticrisis no se han ido por el desagüe. Es decir, mañana seguirán vigentes los descuentos del transporte, las bonificaciones a la energía y la reducción o supresión del IVA de algunos productos de primera necesidad.

Lo tremendo es pensar que eso haya sido así por los pelos y no en virtud de la convicción de la justicia de las medidas, sino de los más bajos intereses politiqueros de unos individuos y unas individuas que, por lo demás, no necesitan que les rebajen el precio de la leche o el del billete del autobús. De hecho, ni se imaginan que haya otras personas para las que esos descuentos suponen llegar o no a final de mes.

Menú degustación

Por lo demás, es verdad que MacGyver Sánchez volvió a salvar el pellejo y parte de los muebles en el último minuto, pero si no se lo imaginaba, ya sabe lo que hay. Lo de ayer fue un menú degustación de lo que queda de legislatura. En cada votación importante va a sudar la gota gorda y no le quedará más remedio que conceder contrapartidas cada vez mayores a cambio de lo único que parece que da sentido a su vida: seguir un día más durmiendo en la Moncloa.

Es verdad, como señala nuestro editorial de hoy, que esta experiencia le podría servir de aprendizaje para dejar a un lado la soberbia y buscar una forma de gobernar en la que quienes lo sostienen no sintieran que están apoyando el mal menor, sino que fueran verdaderos partícipes de las decisiones. Y, leñe, que cada dos por tres no se vieran obligados a denunciar las promesas incumplidas.

Con todo, cada una de esas fuerzas políticas también deberían vindicarse y reivindicarse frente a las que se han erigido en dueña y señora de la continuidad de Sánchez, es decir, Junts y, en segunda derivada, Podemos.

La actuación de los morados tumbando el decreto laboral sólo para jorobar a Yolanda Díaz y la de los puigdemónidos mintiendo vergonzosamente sobre el sentido de su voto cuando ya se había emitido debería provocar un grandioso puñetazo encima de la mesa. Pero va a ser que no.

Cuatro letras a... César Alierta

Muere el último privatizador

Expresidente de Telefónica y antes de la Tabacalera recién transferida de las manos del estado a las de inversores privados que acaba de morir a los 78 años, ya alejado de la empresa: Fiel a su costumbre de darnos mucho jugo a la prensa, se ha permitido fallecer dos veces. La primera, por precipitación del plumilla que pretendió llevarse la exclusiva para que, unas horas después, hubiera que aclarar que, en realidad, permanecía ingresado en estado grave. La segunda, la definitiva y confirmada, ha dado pie a obituarios rezumantes de sacarina en los que se destacaba su capacidad para multiplicar el dinero, aunque se pasaba por alto que, al hacerlo, no le temblaba el pulso a la hora de adelgazar plantillas o externalizar servicios. Pero yo no diré nada, si hasta Lula lo ha despedido como un gran amigo. DEP.