Ya fue un despropósito que alguien con mando en plaza en el PP pensara que, con un par de cucamonas y la oferta de un ministerio, creyera seriamente que el PNV se iba a suicidar apoyando la investidura de Nadie Núñez Feijóo. La tabarra que dieron los joíos en Sabin Etxea, hasta que a Ortuzar se le hincharon las narices y dejó claro al gallego, con copia al mundo mundial, que con los socios de la extrema derecha casposa no iría ni a cobrar una herencia.

Pero lo que ha trascendido –que tampoco es nuevo, porque alguna copla ya habíamos oído– en las últimas horas parece lisa y llanamente un gag de Gila. “¿Está el enemigo? ¡Que se ponga!”, debió decir el recadista del mesías de Génova que llamó a la sede de Junts en agosto para explorar la posibilidad de que los puigdemónidos encumbraran presidente al gachó.

Las carcajadas debieron de escucharse allende Waterloo, aunque, aun así, algún mandado de los posconvergentes tuvo a bien reunirse con un comisionado de los gaviotiles a ver qué tripa se les había roto.

“Fue sólo un café informal”, farfulla ahora, pillado en el renuncio, Miguel Tellado, mamporrero titular de don Alberto, el silbador a la vía. Ja, ja, ja, requetejá.

Ilegaliza, que algo queda

Tuvo gracia –mejor tomárselo con humor que agarrarla llorona– que en la misma comparecencia del atizador gaviotil, se nos dieran pelos y señales del dos por uno pepero que incluía el registro de la enmienda a la totalidad de la ley de amnistía y la cutresalchichera propuesta legaloide para incluir en el Código Penal un delito denominado “Deslealtad Constitucional”.

Ya escribí aquí mismo ayer que podíamos esperar lo peor del engendro, y me temo que acerté de pleno. Una de las medidas estrella de la evacuación es la ilegalización de formaciones que promuevan “consultas ilegales” como el referéndum sobre la independencia catalana del 1 de octubre de 2017.

Allá cada cual con sus obsesiones, pero es un gusto poder escribir que, incluso con la brutal involución del PP, ni siquiera su alianza con la extremísima derecha va a posibilitar que salga adelante una propuesta que apesta a naftalina. Están perdiendo.