En el año 1465, una chusma alentada por cierta parte de la nobleza y el clero de Castilla la tomó con un pelele de madera que representaba al rey Enrique IV. Después de arrancarle la corona entre todo tipo de insultos, derribaron el muñeco, en lo que pretendía ser una deposición simbólica. Puesto que los hechos ocurrieron junto a las murallas abulenses, la Historia recoge el episodio como La farsa de Ávila.

Cinco siglos y medio después, los rancios sucesores de aquellos exaltados nos han regalado una función de idéntica catadura. Durante la Nochevieja y delante de la sede central del PSOE en la madrileña calle Ferraz, una jarca de ultras –300, dicen las crónicas– colgaron un muñeco que representaba a Pedro Sánchez y procedieron a apalearlo al siniestro grito de “¡hay que hacer esto al de verdad!”.

En el momento de escribir estas líneas, el PP guarda silencio y Vox, qué les voy a contar. Empezamos bien 2024.

¿Cuántos incendios más en Nochevieja?

Más cerca, en Errenteria, el estreno de año fue una pesadilla para los vecinos de un rascacielos de la calle Sorgintxulo, en el barrio de Kaputxinos. Nada más terminar las campanadas, un artefacto pirotécnico provocó un incendio que se extendió rápidamente por algunos balcones y tendederos de las 14 plantas del edificio.

La rápida intervención de los bomberos, que tardaron apenas cinco minutos en llegar, evitó lo que podía haber sido una tragedia en una construcción de esas dimensiones. Por fortuna, todo quedó en un gran susto y en una pésima entrada de año para los moradores de las viviendas, que tuvieron que interrumpir sus celebraciones y salir corriendo a la calle.

Basta un vistazo a las hemerotecas para comprobar que prácticamente cada Nochevieja se producen uno o varios sobresaltos similares en nuestro entorno, causados siempre por un petardo, una bengala o un cohete. Aunque, por fortuna, no todos con la gravedad del caso de Errenteria, el parte de incidencias de los bomberos de cualquiera de nuestros territorios recoge decenas de intervenciones para apagar fuegos provocados por la pirotecnia. La pregunta es cuántas nocheviejas pasaremos por lo mismo.