Me consta que está muy contenta en su último cometido…

Así es. En EKI nos apasiona lo que hacemos.

¿Qué hacen exactamente en la Fundación EKI?

Creemos en el poder de transformación estructural de la energía. Por eso facilitamos acceso a la electricidad en África subsahariana, donde se concentra el 75% de los 800 millones de personas sin acceso a ella en el mundo. EKI financia y suministra instalaciones solares fotovoltaicas en centros educativos, de salud e interés social; promueve la formación de personal técnico local e impulsa la industria solar en la región.

¿Cuál es la filosofía que inspira su labor?

Hemos demostrado que es posible financiar en África. La financiación solidaria permitirá movilizar los fondos necesarios para que el continente que concentrará casi la mitad de la población mundial este siglo sea protagonista de su desarrollo, y lo haga de una manera digna y sostenible.

Nuestro mecanismo de financiación solidaria y flexible ya ha movilizado cerca de 5MM€ en forma de energía limpia. Preparamos la siguiente ronda, 2024-26, en la que queremos movilizar 10MM. Necesitamos inversores comprometidos, que crean en el efecto multiplicador de su inversión social.

¿Es posible practicar la solidaridad sin caer en el paternalismo?

Estoy convencida. Por eso en EKI impulsamos la soberanía energética, asegurándonos de que nuestra contribución sea respetuosa y colaborativa con las comunidades, centrándonos en su fortalecimiento y autonomía.

Volviendo a lo personal, ¿cómo lo compatibiliza con sus cargos de responsabilidad empresariales?

Como otras personas, dedicando tiempo y esfuerzo, aunque no siempre el que quisiera. Soy curiosa por naturaleza y me considero afortunada porque mis actividades me permiten rodearme de personas diversas e interesantes de las que aprendo todos los días. Y eso me impulsa.

Últimamente, vamos de crisis en crisis. ¿Es el panorama que nos aguarda para siempre?

Escuché recientemente caracterizar esta época como proceso de transformación antropológica acelerada. Detrás de la tecnología, economía, energía... están los grandes problemas a resolver: pobreza; desigualdad; envejecimiento de la población; movimientos migratorios y gestión de la diversidad y la convivencia… Los cambios se intensifican y creo que necesitamos toda nuestra capacidad humana y social para analizar de manera crítica los sistemas y modelos de relaciones en vigor, repensarlos, cambiarlos y adaptarnos dinámica y permanentemente. Como dice Rifkin, es la Era de la Resiliencia.

¿Qué recuerda de su etapa con responsabilidad política?

A mi etapa política le debo el privilegio de haber conocido algunas personas magníficas, referentes en valores, que aún me inspiran. La de consejera de transportes ha sido la mejor que he vivido hasta la actual. Dirigí un departamento pequeño que gestionó infraestructuras complejas, y arrancó la construcción de la más compleja, el tren de alta velocidad. Estoy muy orgullosa de cada una de las personas que formaron parte de aquel equipo que trabajó mucho y en condiciones difíciles, pero con una ilusión enorme.