Hipocresía

– Los patriotas de hojalata tienen su perfecta réplica simétrica en los pacifistas del mismo material. Y como los tirios y los troyanos de la canción de Aute, deberían casarse los unos con los otros porque son tales para cuales. Al final, comparten una comunidad de intereses mutuos y coinciden, como no dejamos de ver una y otra vez, en una hipocresía estratosférica. En ambos casos, los ideales proclamados en voz alta y con profusión de aspavientos son una trola del quince. Puede que, en el caso de los segundos, los Gandhis de lance, también haya unos cuantos cándidos, bastantes ególatras a los que les mola tirase el moco, un puñado de ejemplares netamente rebaniegos, algún que otro nostálgico de los tiempos de Reagan y Andropov y los conciertos con llamita de mechero y, por no eternizar la lista, varios despistados. Pero la mayoría y, desde luego, los que mueven el cotarro, son unos desprejuiciados para los que, en el caso de la invasión rusa de Ucrania, la paz consiste en que los invadidos se arrodillen ante el invasor y pidan perdón por provocar pidiendo respeto a su soberanía.

¿Hay que rendirse?

– La expresión gráfica de lo que trato de describir volvimos a tenerla anteayer, cuando salió del puerto de Santurtzi la triste veintena de carros blindados –a saber en qué estado– que el Gobierno español ha mandado a Ucrania para, ejem, contribuir con el esfuerzo bélico del pueblo castigado. Un grupo más bien pequeño de personas se hizo presente para protestar por lo que, según su mantra conocido, contribuye a alargar la guerra y bla, bla, bla, requeteblá. Después de sonreír para mis adentros al comprobar que entre los activistas no faltaban varios de los de “la mili con los milis” y otros tantos de los que siguen considerando heroica una organización que se autotitulaba “militar”, traté de imaginar qué hubiera pasado entre 1936 y 1939 si en los países desde los que se mandó (nunca oficialmente) ayuda material o humana, hubiera habido unos santurrones montando la gresca bajo el argumento de que no tenía sentido resistir a Franco.

No hay solución diplomática

– Lo paradójico rozando lo indecente es que quienes se deshacen en loas a la resistencia republicana de ayer o a la de los pueblos palestino y el saharaui hoy son los mismos que están en primer tiempo de saludo reclamando que se deje tirada a Ucrania. Dicen hacerlo en nombre de una solución diplomática que se ha demostrado del todo inviable porque el agresor no acepta nada que no sea la sumisión total de Ucrania. Reclamar difusamente “la paz” es apoyar al invasor. l