Molt Honorable Senyor es el tratamiento oficial que ostenta el presidente de la Generalitat valenciana. Sea quien sea, sea del partido político que sea. Es el tratamiento que se da a la persona que ostenta ese cargo público que es la máxima representación del pueblo valenciano.
Pues bien, al año de la tragedia de la dana, me viene a la mente un proverbio vasco que dice, textualmente, “Izena duenak izana du” que, traducido al castellano, sería “todo lo que tiene nombre tiene su ser, existe” y lo rescato para demostrar que los dichos populares no siempre tienen la razón, puesto que la actitud y actuación del entonces presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón, dejó de ser “honorable” desde el momento que priorizó una comida-cuchipanda-festuqui sobre su labor de líder de la máxima institución valenciana.
En este caso, queda demostrado que a veces, el nombre, en este caso el título, no es acorde a la persona que lo ostenta o quizás, mejor dicho, es la persona la que no estuvo a la altura del título.
En estos momentos, tras este paso al lado de esta poco honorable persona, nos vemos enfrascados en un penosa comedia entre los dos partidos que sustentan el gobierno valenciano, PP y Vox, donde el segundo, ávido de infringir el mayor de los sufrimientos a lo que ellos denominan “socialistas azules”, torea y chulea al gran partido del centro-derecha, al que ve dispuesto a arrastrarse con tal de impedir la celebración de unas nuevas elecciones en las que, todo apunta, naufragaría.
Como decía, Vox tiene clarísimo que tiene la sartén por el mango y por ello está dispuesto a pedir la luna lunera y, entre otras lindezas, afirma que no quiere entrar a hablar de personas, sino que lo que pretende es hablar de políticas y, muy especialmente, de la invasión de inmigrantes y de la lucha contra el cambio climático y del pacto verde europeo que tantos males acarrea para sus sectores preferentes, entre otros, las gentes del campo.
Al parecer, para los dirigentes y votantes de la extrema derecha, Vox, en el momento de negar la existencia del cambio climático no bastan ni la pertinaz sequía que estos últimos años vienen sufriendo amplios territorios peninsulares y que tan directamente afecta a sus agricultores y ganaderos, ni las cada vez más frecuentes lluvias torrenciales y granizadas mortales para las cosechas, ni los incendios forestales, ni las insistentes plagas de enfermedades víricas que sufre la cabaña ganadera fruto de las altas temperaturas y de una insoportable presencia de mosquitos que funcionan de inmejorables transportistas de las enfermedades.
Nada ni nadie les va a bajar del caballo, menos aún con lo que le gusta a Don Santiago posar a lomos del caballo como un auténtico señorito, puesto que son conscientes de que la gente quiere, queremos, escuchar fórmulas sencillas para resolver cuestiones y problemas muy, pero que muy, complicados.
No es cuestión de hablar de planificación territorial, de desarrollo rural, políticas de agua, planes hidrográficos, gestión forestal, ganadería extensiva, reducción de emisiones por parte de los sectores eminentemente contaminantes como son el transporte, la industria, el turismo, la energía, etc. Nada, no es cuestión de complicarse la vida: la solución, como dice un amigo mío, es mucho más sencilla que todo eso, la cuestión se soluciona cagándose en la Agenda 2030 que, por cierto, casi nadie la ha leído.
Por todo ello, en un breve periodo de tiempo, mis amigos valencianos comprobarán, una vez Vox haya impuesto sus tesis climáticas a cambio de no dejar caer la Generalitat en manos de los rojos, que todos los problemas antes citados desaparecerán automáticamente de sus vidas y si, por un casual, se diese el caso de que sigue habiendo sequía, inundaciones, granizadas, incendios, enfermedades agroganaderas, etc., no se complique la vida, tranquilícese, que con cagarse en la Agenda 2030 a grito pelado es más que suficiente. Santo remedio.
No obstante, dicho lo dicho sobre estos negacionistas de la Castellana disfrazados de ruralistas, creo que es más que necesario que las instituciones europeas, estatales, autonómicas y locales se esfuercen en hacer un ejercicio de realismo y de adaptar las líneas políticas básicas a la realidad del campo, del medio rural y a su forma de vivir y trabajar. Despojar a las políticas ambientalistas y agrarias de todo extremismo burocrático no es concederles la razón a los negacionistas, simplemente es pisar tierra y adecuar las políticas a la realidad.
Entre los negacionistas y los burócratas de todo pelaje va un trecho tan amplio que, si no se reduce, la pelea la ganarán los primeros, los populistas. Espero que cagándome en la Agenda 2030 algún negacionista me lea y, de paso, convencerlo.