Tengo que ir al dermatólogo para que me analice y me certifique el tipo de piel que tengo y es que, en estas últimas semanas, noto que la piel se me sonroja al ver determinados espectáculos, mientras en otros momentos se me queda pálida, al escuchar afirmaciones absurdas y además, aunque pocas veces, me salen unos ronchones por el cabreo.

He leído algo sobre la materia y he podido saber que también existe lo que se conoce como piel Gore-Tex, adoptando el nombre de esa fantástica membrana fina de politetrafluoroetileno expandido (ePTFE) que está unida a un tejido exterior y es impermeable, además de protegerte contra el viento.

Pues bien, este tipo de piel, la Gore-Tex, es la piel más común entre aquellas autoridades que han aguantado impasibles durante décadas los embates de los vientos huracanados agrícolas y las gotas gruesas de los llantos de los productores europeos.

La casta Gore-Tex, si me permiten la licencia, tan perfectamente aislada del frío y humedad exteriores, ha sobrevivido perfectamente en los palacios alfombrados y con una cálida temperatura fruto de un magnífico sistema de climatización, sin percibir siquiera la que estaba cayendo fuera de las murallas de sus fortalezas.

La casta Gore-Tex vivía ensimismada en sus sedes faraónicas y haciendo una vida endogámica, cuyo inicio y fin se limitaba a los pasillos institucionales y así, sólo así, se entiende que no hayan sido capaces de captar la triste realidad del campo hasta, lamentablemente, sufrir en su propia piel la cólera de los agricultores que, con sus tractores y protestas, les han dejado inmovilizados en sus sedes.

Ellos no han sabido o no han querido ver que la alimentación europea se va concentrando, firme e imparablemente, en manos de las cadenas de distribución y que éstas, como empresas insaciables que son, recurren a fusiones y acuerdos de todo tipo para ir, firme e imparablemente, aumentando su tamaño, su facturación y, con ello, su poder de compra para conseguir los productos a un mejor precio. Me refiero a un precio más bajo con el que, de paso, obtener un mayor beneficio para sus propietarios y/o accionistas.

Mientras tanto, los productores, miles o millones en toda Europa, son mucho más pequeños, más dispersos y, por muy organizados que estén en cooperativas de primer, segundo o enésimo grado, son, a la postre, una minucia frente a los monstruos de la distribución.

Ellos, los de Gore-Tex, han sido insensibles a este abuso de la posición dominante de la distribución respecto al resto de eslabones de la cadena y, cada vez que han intentado tímidamente abordar la cuestión, los trámites parlamentarios y gubernamentales se alargan hasta el infinito.

Lo que no llegan a afrontar, la mayoría de cuestiones, haciendo uso del balones fuera, se traslada a los Estados miembro que, para más inri, vuelven a sufrir las presiones de la plenipotente patronal de la distribución y, una vez que les entra el canguelo en el cuerpo y el temblor en las piernas, se desarrollan todo tipo de normativas que, si bien pueden ser acertadas sobre el papel, en el mercado quedan reducidas a un fantástico ejercicio de voluntarismo.

Los de la capa membrana, asimismo, no han llegado a captar que con sus habituales decisiones a lo largo de estás últimas décadas han ido incitando al abandono productivo en tierras europeas para que nuestra alimentación dependa, cada vez más, de países terceros.

No han aprendido la lección de estos últimos años donde la pandemia de covid y la invasión de Ucrania, junto con el cierre del paso del mar Rojo, nos han demostrado la vulnerabilidad de Europa en sectores estratégicos que muestran una dependencia total para esos terceros países y/o continentes.

Asimismo, quizás por la rigidez de la membrana aislante, no han podido girar el cuello para ver los productos alimentarios y las materias primas que entran a la Unión Europea por todos los lados, por la derecha e izquierda, por arriba o abajo, por tierra, mar y aire.

Fruto de esa rigidez de cuello, no han caído en la cuenta de que los productos que entran aquí, gracias a los acuerdos de libre comercio que ellos han firmado previamente, no cumplen con los requisitos que ellos sí exigen a los productores europeos.

La falta de las llamadas cláusulas espejo, por aclarar, la introducción en los acuerdos de aquellas cláusulas que garanticen la reciprocidad en los sistemas de producción, les sitúa a los goretexanos frente al espejo de su incapacidad, cuando no de su traición al sector productor europeo.

Estas semanas, por cierto, quizás por el humo de los tractores en las calles de Bruselas o quizás por el humo de las hogueras a puertas del palacio de Macron, la cuestión es que se ha dado un curioso pero evidente caso de mutación de piel y así, los miembros de la casta Gore-Tex, que los hay distribuidos por todo el Viejo Continente, han sufrido una mutación, donde la piel de Gore-Tex se ha mutado en una fina piel que es mucho más sensible y permeable al frío, viento y la lluvia exteriores.

Lo que hace dos meses era imposible, hoy es posible. Lo que hace dos meses era intratable, ahora es cuestión que se puede analizar. El tratado de Mercosur, hasta hace unos días a falta de la firma final, ahora queda postergado por falta de condiciones para su aprobación. Y así suma y sigue con otras muchas cuestiones que se han recogido en declaraciones de prensa, comunicaciones oficiales, ruedas de prensa y/o decálogos.

Por cierto, unos temas sobre los que aún hay mucho por hablar, ampliar, profundizar y concretar.

Llegados a este punto final, me viene a la cabeza, más allá de su contenido político, el llamamiento a la acción del expresident de la Generalitat, Quim Torra, cuando, frente a unos manifestantes, les conminó a continuar en la lucha con aquella expresión de “Apreteu”.

Pues bien, ya lo saben, señores y señoras del sector primario, éste es el momento, apreteu.

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