En la película Gladiator, contextualizada en la época del imperio romano, se dice: “El corazón que late en Roma no es el mármol del Senado, sino la arena del Coliseo”. La diferencia es que aquello de “pan y circo” era una forma de hacer política, mientras que ahora, es la propia política, al menos en lo que se refiere a la que hacen los partidos –que no es ni debiera ser la única–, la que se ha convertido en parte del circo. Así, la última polémica es que la líder de la oposición de la Comunidad de Madrid, Mónica García, ha reconocido que había pedido la dimisión del vicepresidente de Ayuso, el señor Ossorio, por estar recibiendo una ayuda para el pago de la calefacción a familias vulnerables que, aquí viene el resbalón, ella misma también estaba cobrando. Un caso de libro de efecto boomerang con el que el Partido Popular y, también Podemos, dado el cainismo en el que se mueve la izquierda, salpimentará el cocido del populismo. El error es de bulto. Que ella no lo supiese porque esto lo lleva su marido, no la exculpa, como tampoco quiero yo aquí defenderla. Mi preocupación se encuentra en esta política de brochazos y fogonazos, ante la que reaccionamos con un peligroso, o bien o mal, sin pararnos a saber algo más, como por ejemplo que esta ayuda del bono térmico no era necesario solicitarla, sino que para casos como el de ella y Ossorio, por ser familia numerosa, ya se adjudica automáticamente; o que mientras que el vicepresidente Ossorio tilda de “perfectamente ético” cobrarla, Mónica García ha pedido disculpas públicamente y se ha comprometido a tratar de devolver lo recibido. Porque todas las decisiones y conductas no son iguales, sería más saludable, evitar que nos salga sólo nuestra versión hooligan, y darle al pause, si no para tener más información de lo que pasa, siquiera para ir más allá de la primera reacción emocional.