i en algo me decepcionó mi experiencia universitaria fue que no se cumplió eso de las anécdotas y el gran ambiente con los compañeros de clase. Sería porque empezamos casi 150 a estudiar Ciencias Políticas allá por el año 1997 en Leioa, y eso era mucha gente para intimar. Así que, terminados los cuatro años, me bastaba una mano para numerar a los que consideraba amigos. Entre ellos estaba Eneko Andueza, actual secretario de los socialistas de Gipuzkoa. Recuerdo sentarnos en clase, yo con otro tocayo vitoriano, y detrás, Eneko con Javi, un riojano mundial. Siempre supe que aquellos compañeros harían cosas grandes, porque había madera en ellos. Sin embargo, ahora que he terminado de leer el apasionante libro Jóvenes sin juventud escrito por Eneko, me he dado cuenta de lo lejos que estuve de su sufrimiento. Creía verle y escucharle pero en parte, estaba ciego y sordo a las duras historias que describe sobre su vida y la de otros jóvenes que, por ser militantes y cargos socialistas, no solo fueron amenazados, agredidos y obligados a vivir con escolta, entre otras terribles consecuencias, sino que no recibieron la suficiente comprensión y empatía de los que estábamos alrededor. No me considero seguidor de sus ideas políticas, pero eso no me ha impedido emocionarme con su relato. Por ello siento que me toca decirle a él y a los otros jóvenes que en su libro cita: barkatu. No creo que me callé, ni que miré para otro lado, pero ahora siento que pude haber hecho más. Euskadi no puede aspirar a tener un único relato sobre el pasado, pero sí un claro aprendizaje para el futuro: la necesidad de una memoria que no olvide que en nuestro pueblo, entre otras vulneraciones, se practicó el matonismo político por pensar diferente. Si entonces no siempre supimos estar a la altura, asumamos hoy el compromiso de que a nuestros hijos nadie les robe su juventud.