os presupuestos vascos para el segundo año de pandemia del covid-19 salen adelante en los términos ya previstos: sin un compromiso de la oposición hacia ellos ni la necesidad de la mayoría del Gobierno de recurrir a sus votos. Hubiera sido muy positivo un ejercicio de concertación en torno a las cuentas de 2021 pero, al menos, ha resultado muy clarificador el perfil del debate, la evidencia de las desavenencias y la calidad de las mismas. La oposición, principalmente la izquierda independentista de EH Bildu y la constitucionalista de Elkarrekin Podemos, reprocha a la coalición de gobierno PNV-PSE el recurso al rodillo parlamentario de su mayoría absoluta. Obviando el hecho de que ese "rodillo" es un retrato fiel de la representatividad electoral de cada cual, la configuración actual de la Cámara vasca no ha construido más rodillo que el que sustituye. Una constante de las anteriores legislaturas, donde una mayoría de bloqueo de las fuerzas de oposición ralentizó, bloqueó y frustró una amplio abanico de iniciativas legislativas del Gobierno. La mayoría estable del "no" ha sido sustituida por otra propositiva. La estrategia presupuestaria de las fuerzas de oposición no ha intentado siquiera poner al Gobierno en el brete de hacerle aterrizar en un terreno de juego asequible al diálogo. Cabría haber supuesto que la experiencia de Gobierno de sus mayores en Madrid hubiera podido servir para que la nueva izquierda española adoptara una actitud igualmente posibilista ante unos presupuestos que no se quedan en Euskadi por detrás de las políticas calificadas de progresistas en el Estado y sí por delante en algunas muy específicas acordes a la realidad socioeconómica vasca y su peso industrial. Pero no ha sido así y los mimetismos que Pablo Iglesias reconocía antes aplicar para reproducir políticas ya asentadas en Euskadi desde hace años -rentas de garantía y ayudas sociales o asistencia pública- no cuentan aquí con el compromiso de su sucursal hacia el presupuesto que las sostiene. Igualmente, EH Bildu no deja de firmar cheques en blanco al Gobierno de Sánchez en España o de rebajar sus exigencias al de Chivite en Navarra. Así que no le quedan fondos y no está en condiciones de explicar a la ciudadanía vasca por qué no actúan en Euskadi con la misma vara de medir en aras del consenso y la estabilidad. La única que exhiben es la de zurrar en una Cámara vasca que utilizan como un cuadrilátero.