as crisis nunca llaman a la puerta antes de entrar, aunque es posible adivinar los signos que permiten anticipar su irrupción y amortiguar el impacto. Para eso hace falta una clarividencia que brilló por su ausencia en la de 2008, cuando el crédito sin freno obnubiló la visión ante lo que podía venir y acabó llegando. No es el caso de la crisis provocada por el