l primer día de la fase 1 de la desescalada ha dejado imágenes que revelan el ansia de mucha gente por regresar a esa normalidad que desapareció el 14 de marzo con el estado de alarma, pero en demasiados casos, desbordando los límites que impone la conocida como nueva normalidad, que no es sino el estado transitorio entre la vida que quedó atrás y el tiempo hasta encontrar la vacuna que inmunice a la población frente al COVID-19. Todas las decisiones que se han ido tomando en el proceso de desmontaje de la fase de confinamiento más duro para permitir a la ciudadanía recuperar el aliento de la calle, abandonando siquiera parcialmente un encierro inédito en la vida de casi todos, ha encontrado la respuesta masiva de los ciudadanos, tanto para sacar a los menores a desfogarse, como para hacer deporte o recuperar el contacto con familiares, amigos y conocidos mientras, de paso, se da un impulso a la recuperación del negocio de la hostelería. Las imágenes vuelven a ofrecer situaciones y escenas que desafían las normas de distancia social impuestas para que no rebrote la epidemia. En muchas terrazas de Euskadi se produjeron aglomeraciones que ponen en riesgo todo el esfuerzo realizado a lo largo de los dos últimos meses. Por eso, ayer, desde el Gobierno Vasco se volvió a apelar a todos y cada uno de los ciudadanos para que afronten las libertades que ha traído la fase 1 con responsabilidad y conciencia de lo que la sociedad vasca se juega en esta desescalada. Lo ocurrido en un país que ha sido modélico en la gestión de la epidemia como Corea del Sur, donde se ha producido un preocupante repunte de la enfermedad por contagios en la zona de ambiente nocturno de su capital, sirve de advertencia ante la tentación de relajar el cumplimiento de las normas que, repetidamente, difunden las autoridades sanitarias. Como puntualizó ayer el alcalde de Donostia, Eneko Goia, no es tanto qué se puede como qué se debe hacer para seguir en la senda que ha permitido a Euskadi avanzar a la fase del estado de alarma en la que se encuentra y a Gipuzkoa a vivir una situación sanitaria en la que, en los dos últimos días, ha registrado solo un contagio. Frente al autoritarismo con la que se gestionó la fase inicial del estado de alarma, buena parte del éxito de la desescalada descansa en la confianza que se deposita en el comportamiento de los ciudadanos. Avanzar a la fase 2 también será consecuencia de que esa confianza ha sido merecida.