Por si hubiera sido poco delirante la charlotada de Puigdemont, por si hubieran sido leves los despropósitos vividos en aquella bufonada, por si no hubieran abundado las inculpaciones y reproches entre catalanes uniformados y sin uniformar, tras una jornada de sobresaltos y hasta de una ramplona creatividad, van los portavoces del PP –en toda la variedad de su jerarquía– y señalan al culpable: Pedro Sánchez, ¿quién si no? La verdad, no pudieron derrochar más vulgaridad y menor falta de imaginación.

Como si fueran víctimas de un tic, de una especie de mecanismo de sonajero, los dirigentes del PP sólo parecen saber darle a una tecla, la que señala al presidente del Gobierno. Aparece, por fin, Puigdemont, el demonio meridiano según ellos, pero va y desaparece sin que nadie le eche mano. ¡Vaya cagada! Pero el PP echa mano del recetario tópico: Pedro Sánchez. La culpa no ha sido del fugado, ni de sus compañeros de partido, ni de los Mossos, ni del chá-chá-chá. La culpa es de Pedro Sánchez, que quiere romper España.

Parece mentira que los Feijóo, Cuca Gamarra, Semper, Hernando y demás expertos en marrullería se hayan olvidado de que fue a ellos, a la derecha con mayoría absoluta que patroneaba Mariano Rajoy, fue a ellos, digo, a quienes se les fugó el entonces Honorable President destituido y empapelado por el artículo 155. Más todavía, ni siquiera podía decirse que se les fugó a los Mossos, porque con la autonomía suspendida en virtud del 155 el poder ya no correspondía a la Generalitat sino al propio Gobierno español, o sea a Mariano Rajoy y a sus cuerpos y fuerzas. Por tanto, fue a ellos, al PP, a quienes primero se le escapó Carles Puigdemont, no sé si en el maletero de un coche o por La Jonquera vestido de lagarterana. Y, que yo recuerde, nadie convocó a la prensa para cargarle en la chepa a Mariano Rajoy la espantá del ex president.

Ya va siendo hora de acabar con este cinismo, con esta ansia irrefrenable de echar de la Moncloa a Sánchez y culpar al sanchismo de todas las calamidades. Les da igual cuál sea el desastre, las tempestades de la dana mediterránea, la viruela del mono o la caída de la Bolsa, el culpable es Pedro Sánchez. Ya aburren. La gente no es tan boba como creen los ilustres reventados de la derecha extrema, por más que sus medios afines les rían las gracias y les aplaudan las quejas. Los culpables de la nueva fuga de Puigdemont fueron, por este orden, el propio fugado que, en un alarde de frivolidad y protagonismo, contribuyó a desestabilizar la de por sí frágil normalización de la política catalana; el juez Llaneras, en su obsesiva persecución de quien cree máximo culpable de un inexistente golpe de Estado y que en su empeño por meterle en la cárcel incumple con arrogancia una Ley de Amnistía aprobada por el Parlamento; los Mossos d’Esquadra, que no pudieron, o no quisieron, entrar a saco entre la multitud para impedir el numerito del expresident; por último, quienes por acción u omisión se empeñan en no aceptar otra Catalunya que la suya.

Ya está bien de ese empecinamiento por soltar mentiras, bulos y discursos huecos. Que culpen a Sánchez de la fuga de Puigdemont es un alarde más de cinismo, una cansina reiteración del tópico con el que nos vienen hartando desde que ellos, la derecha, no mandan.