I No sé si sirve de algo insistir en que no se trata de salvar vidas ni de atajar contagios, sino de tumbar al Gobierno, tensando la cuerda del juego democrático hasta que se rompa. Las artimañas políticas y la mala fe están por encima de la salud de los ciudadanos, en una pugna en la que, desde la presidencia de la Comunidad de Madrid y el partido que la sostiene, se quiere involucrar al resto de los ciudadanos: café para todos. ¿Son nuestros conciudadanos o nuestros enemigos? Me temo que más bien lo segundo en la medida en que esos políticos y quienes los sostienen pueden hacernos daño. No son solo los políticos de la derecha y la extrema derecha madrileña, sino todos sus socios periféricos que celebran las trampas y la mala fe, aunque puedan perjudicarles en sus territorios, de extenderse a ellos. Dice la ONU que no sabe lo que falla en España para que la propagación de la pandemia sea tan intensa. La respuesta es clara, una forma de gobernar de espaldas a los ciudadanos y una ciudadanía desconcertada, atemorizada y más proclive al sálvese quien pueda y al fatalismo que a una solidaridad activa.

Las pruebas de lo que digo son tan flagrantes y tan continuas que sobra enumerarlas. Llama la atención que el Gobierno se deje torear de la manera en que está siendo toreado, empujado a tomar medidas políticas que podrían acarrear su caída, y que no toma, como es la de atajar las bellaquerías de Díaz Ayuso, que no está sola. Es decir, víctima de un juego sucio por todo lo alto que pagan enfermos y sanos, ancianos y jóvenes, parados y gente con trabajo. ¿Era esto la nueva normalidad? Sí, porque lo que estamos viviendo no es sino el desarrollo de algo que viene de lejos, incluido el deterioro y destrucción del tejido sanitario público hasta hacerlo irrecuperable; y lo mismo cabe decir de la educación. La situación es mucho más grave de lo que parece y va más allá del baile diario de las cifras de contagiados y fallecidos. Que en algunas comunidades estemos de momento a salvo de ese daño, no quita para mirar algo más lejos de nuestro ombligo.

El juego que se practica es criminal y nos salpica a todos. Sean o no acertadas y eficaces las medidas que tome el Gobierno de coalición, el propósito es ponerle trabas hasta tumbarlo por desgaste. Y no solo se desgasta el Gobierno, sino que se deteriora de manera alarmante la convivencia y cunde la sospecha de que quien pretende sustituirlo por las bravas no es alguien dispuesto a aceptar el juego democrático, en la medida en que niega legitimidad a la coalición gobernante. Son maleantes y lo saben, pero confían en sus tribunales, confían en el miedo de la ciudadanía al palo y en que tienen el apoyo inexplicable de una parte de esta, que aplaude el acoso por encima de la enfermedad y la muerte de sus conciudadanos.

Y II Y a la sombra del barullo reinante, Rato sale de prisión con su flamante tercer grado en el bolsillo y los mangutas de Bankia quedan absueltos gracias a que el sistema financiero español es un desdiós. La sentencia revela que los acusados de ser los autores del mayúsculo pufo han quedado absueltos gracia a que los responsables económico-financieros de la salida a bolsa del saco de humo que hemos pagado todos, dieron por buenas todas las mañas de los banqueros: ¡Es el mercado amigos! Nos los dicen hasta los jueces. Y nos quedamos con un palmo de narices y la boca abierta como tragabolas porque en eso nos hemos ido convirtiendo. Votar, votamos, pero no botamos a bríos, pese a que nos sobren motivos. Y hasta la próxima, amigos, que los profesionales del mercado andan sueltos. La sombra de la pandemia es espesa y ahora mismo lo oculta todo. Sospecho que por mucha bulla que armáramos nos dejaríamos robar la cartera y si saliéramos detrás del ratero al grito, legítimo, de "¡Al ladrón! ¡Al ladrón!", éste nos llevaría a los tribunales por calumnias o atentado al honor. Lo aguantamos todo, eso está claro. A pacíficos no nos ganan ni los fabricantes del reloj de cuco.