la propuesta del presidente de Sidenor, José Antonio Jainaga, de crear un gran grupo siderúrgico vasco mediante la fusión de las siete acerías que existen en Euskadi, no por reiterada desde hace algún tiempo, no deja de ser una cuestión que debe ser analizada e incluso ser motivo de reflexión para comenzar a trabajar en esa dirección por parte de todos los agentes concernidos.

También el sector público no solo debe mostrarse expectante ante el desarrollo de los acontecimientos, sino adoptar un papel activo -a pesar de que las decisiones dependen de los accionistas y directivos de las propias empresas-, que favorezca el reordenamiento de un sector que forma parte del ADN de la industria vasca. Se trata de crecer y ganar tamaño en un sector estratégico para nuestra economía, en línea con las políticas que desde el Gobierno Vasco se llevan aplicando desde hace años para tratar de eliminar el factor negativo que ha supuesto el reducido tamaño de nuestras empresas.

Contar con empresas de tamaño importante es vital para mantener el tejido industrial en Euskadi por lo que significa de disponer de compañías con gran capacidad productiva, competitivas, generadoras de puestos de trabajo, innovadoras y tractoras de otras compañías como proveedoras.

Al margen de entrar en consideraciones técnicas como las diferencias que presentan las compañías objeto de esta alianza como la composición de su capital social, su tamaño, situación patrimonial, gestión, etc., que hacen que la operación sea extremadamente compleja a día de hoy, la creación de un gran grupo siderúrgico vasco debe ser contemplada como un proyecto de país si la apuesta sigue estando en el mantenimiento e impulso de la industria, a pesar de tratarse de un sector maduro.

En primer lugar, el sector presenta una característica importante añadida que dificulta también la puesta en marcha de un proceso de fusiones como es el que tres de las seis compañías que pudieran entrar a formar parte de este grupo pertenecen a inversores industriales cuyos centros de decisión están fuera de Euskadi, en concreto, dos en el extranjero, a lo que hay que añadir una cuarta que cotiza en Bolsa.

Esta deslocalización de los centros de decisión en tres de las compañías siderúrgicas que cuentan con instalaciones en Euskadi, alguna de ellas con dos plantas, es lo que hace que la operación pueda ser complicada, teniendo en cuenta que hay experiencias negativas en el pasado. Una multinacional siderúrgica se negó a vender una planta que acababa de cerrar en Gipuzkoa a una empresa vasca por entender que la venta favorecía de manera importante a su competidor. Prefirió cerrarla que mantenerla activa con otra propiedad, a pesar de que el cierre supuso la pérdida de cerca de 300 puestos de trabajo.

Esta circunstancia puede haber sido uno de los factores, entre otros, que han podido influir para que el peso de la producción de la siderurgia vasca en el Estado haya descendido a la mitad, en concreto, del 40% se ha pasado al 20% en tan solo unos años.

Precisamente, la propuesta que ha hecho José Antonio Jainaga parte de la legitimidad y de la experiencia que le supone ser uno de los pocos empresarios en este país que ha protagonizado un proceso de reversión de una empresa que de ser propiedad de capital extranjero volvió a manos vascas. Una operación de ingeniería financiera hizo que Jainaga y su equipo directivo recuperaran el centro de decisión de Sidenor para resituarlo en Euskadi, tras su adquisición a la brasileña Gerdau. Y todo ello en competencia con ofertas de inversores suecos, alemanes e italianos, cuyo objetivo era trocear y reestructurar las unidades productivas de Sidenor para trasladar su producción a los que eran sus competidores.

Parece que la siderurgia, por pertenecer a un sector maduro, está demonizada y ahora lo que importa es el impulso de la industria 4.0, las nuevas tecnologías, es decir, lo que se denominan servicios empresariales, cuando la producción de acero forma parte de las señas de identidad de la industria vasca, no ya en términos de empleo e innovación, sino por formar parte de una cadena de valor que afecta a sectores estratégicos de la economía vasca.

Lo que sí está claro es que el equipo directivo de Sidenor está persuadido de la necesidad de impulsar la creación de este gran grupo siderúrgico vasco, a pesar de estar preparados para liderar la consolidación del sector siderúrgico en Europa mediante la adquisición de compañías suecas, alemanas o italianas que tienen aún pendientes procesos de reestructuración y modernización y que contribuirían a diversificar su actividad, al dedicarse a otros sectores como la energía, herramientas o acero inoxidable. “No hay que buscar fuera lo que ya tenemos en casa”, afirman.

En este sentido, tras adquirir, recientemente dos compañías, una de ellas catalana, cuya producción ha sido trasladada a la planta de Gasteiz con el objetivo de concentrar en Euskadi toda la actividad, los directivos de Sidenor tienen encima de la mesa un total de 15 proyectos de operaciones de posibles adquisiciones de empresas que están analizando.

La propuesta de consolidar un gran grupo siderúrgico vasco tiene la virtud de plantearse en unos momentos en los que, a pesar de la incertidumbre de los mercados internacionales, se anticipa a la existencia de un posible escenario de crisis económica, que es cuando por desgracia se aceleran este tipo de procesos. Por eso, cabe la esperanza de que esta iniciativa no sea forzada por las circunstancias y se pueda desarrollar en tiempos de cierta tranquilidad, que no de preocupación, como pueden ser los actuales.