etuvieron en Cerdeña a Carles Puigdemont, y la Generalitat montó un dispositivo especial en previsión de las algaradas. Los Mossos d'Esquadra se dispusieron en Barcelona para unos disturbios al parecer muy lógicos, dada la gravedad de la situación. No todos los días se arresta a un presidente en el exilio. Lo que no esperaban era enfrentarse, en su lugar, a un macrobotellón de 40.000 jóvenes, que acabó con 22 detenidos, escaparates rotos, coches quemados y la fachada del Palacio de Congresos destrozada.

William Yeats, quien siendo irlandés conocía el paño, poetizó con acierto ese dilema entre las cuitas lúdicas y las ideológicas: "How can I, that girl standing there, / My attention fix / On Roman or on Russian / Or on Spanish politics?". O sea, que, guste o no, la chavalería se fijó más en la chica cercana que en el político lejano, cada vez por cierto más lejano. Cinco policías fueron heridos esa noche, y ninguno lo fue en una protesta masiva contra la decisión de la justicia española, belga, sarda o la que sea, que uno se pierde en esa merienda de togas. Hemos venido a emborracharnos, y el resultado nos da igual. Eso cantaba, de hecho, la muchedumbre festera, y quizás lo cantaba con derecho. Independencia, la de ellos mismos y su mecanismo.

Resulta inútil, y un poco tramposo, elevar toda anécdota a categoría, pero si llueve y llueve conviene llevar paraguas. De modo que si yo fuera alcalde me preocuparía por los incidentes. Pero, si fuera político, lo haría por bastante más que por los incidentes. Entre el cóctel molotov y el sex on the beach, a saber dónde anda el punto medio.