Una vez más, y van tres, el Kursaal donostiarra ha sido el escenario del Congreso Gure Lurra. SembrandoFuturo, que pretende ser un encuentro del mundo rural y urbano de Gipuzkoa, conscientes unos y otros de que estamos embarcados en el mismo carro.

Algo más de 500 personas acudieron a la convocatoria foral y escucharon los numerosos testimonios de famosos, expertos y productores sobre las aportaciones que desde el medio rural y el sector agrario se hacen al bienestar, en su más amplia acepción, del conjunto de la sociedad.

El encuentro, además de acercar la ruralidad y la urbanidad que convivimos en la sociedad actual, sirve como ejercicio de autoafirmación sectorial que nos vale a modo de chute de optimismo que tanto requiere el sector.

De vuelta a casa, veo el informativo en la televisión pública vasca y no acabo de salir de mi asombro al comprobar que se informa de las movilizaciones agrarias en París y Dublín e incluso un reportaje sobre la fiesta de Acción de Gracias en Estados Unidos, al parecer vital para el conjunto de la población vasca, mientras se silencia este importante congreso rural en la Bella Easo. En fin, alguna explicación razonable tendrá el responsable de turno.

Perder la perspectiva no es exclusivo del responsable televisivo en cuestión y muestra de ello es la locura que vivimos estos últimos días con el dichoso Black Friday. Todas las empresas, firmas y tiendas nos dan la murga por tierra, mar y aire para que compremos de forma desenfrenada, sin ton ni son, haciéndonos creer que es en nuestro propio beneficio y como si las compras actuales fuesen en detrimento de la siguiente locura que nos llegará, dentro de quince días, en Navidades.

Para que nos hagamos una idea de la locura colectiva, la prensa apunta que solo en Gipuzkoa se repartirán un total de 200.000 paquetes. Luego concluiremos que la culpa del cambio climático es de los pedos de las vacas.

Por cierto, muestras de locura son las que detecto en Abel Caballero, alcalde de Vigo, que ha hecho de las luces navideñas su santo y seña municipal y la principal atracción turística de su ciudad. Locura la de este alcalde socialista que, en un alarde de delirio de grandeza, ilumina su navidad municipal con diez millones de luces led y un coste de 900.000 euros.

Incluso se atreve a retar al alcalde de Nueva York sobre cuál de las dos ciudades tiene una mayor iluminación, como si fuese un juego de niños que en el urinario escolar se retan sobre quién de los dos la tiene más grande. Luego concluiremos que la culpa del cambio climático es de los pedos de las vacas.

Como decía, mantener la perspectiva no es fácil, porque muchas veces los árboles no te dejan ver el horizonte y algo así ocurre en una Donostia que, mientras instala una impresionante noria para los turistas navideños, mantiene a sus baserritarras de La Bretxa en unas carpas endebles que han sido zarandeadas y derribadas por el viento.

La misma ciudad que diseña un ambicioso proyecto de remodelación del centro comercial de La Bretxa y su edificio trasero, Pescadería, además de una importante labor reurbanizadora de toda la zona que supondrá, espero, una notable mejora para los vecinos de la zona.

Sin embargo, y atentos a la magnitud de la cifra, sólo hay 36 metros lineales para ubicar los puestos de los baserritarras en la trasera del antaño mercado y hoy centro comercial de La Bretxa.

La fatídica situación actual es la lógica consecuencia de unas nefastas decisiones anteriores y de una falta de visión global sobre la necesidad de una estrategia alimentaria, déficit que es patente en casi todas las ciudades, mantenida a lo largo de décadas.

Pero, más allá del affaire de La Bretxa, ello no quita para que la corporación actual tenga que tomar las decisiones oportunas y nuevas acciones audaces para dotar al producto local de una presencia digna y suficiente en una ciudad que hace bandera de la gastronomía.

Convendrán conmigo que la Bella Easo, con su población endógena y la turística flotante, su hostelería y sus numerosos restaurantes, de mayor o menor pelaje, es un magnífico escenario para dar visibilidad a nuestro producto local y una magnífica ocasión para que las oportunidades que nos brinda la propia población local, la gastronomía y el turismo sean la palanca que tire del sector productor de la comarca y, lo que es mejor aún, sea el enganche para nuevas incorporaciones que doten de una savia nueva que, por éstas y otras muchas razones, languidece.

Por cierto, esta última semana la Fundación Cristina Enea ha publicado un estudio sobre la percepción de la población donostiarra sobre el cambio climático y llama la atención que un 90% de las personas encuestadas considera que el fomento de productos locales sería una de las posibles soluciones a este problema.

Pues bien, a lo dicho, Donostia tiene bares de pintxos y restaurantes con estrellas Michelin para deslumbrar incluso al propio Abel Caballero. Donostia tiene la Universidad de la Gastronomía, Basque Culinary Center, magníficamente dirigida por Joxe Mari Aizega. ¿Para cuándo tendrá Donostia una estrategia de producto local ambiciosa y con visión de futuro?