ale, de acuerdo. Suscribo de arriba abajo muchos de los análisis leídos y escuchados tras el desastroso -para mí así lo es- resultado electoral del martes en Madrid. Me refiero a esos que versan sobre el populismo, el trumpismo, la política del espectáculo, la polarización extrema, las fake news, el perverso manejo de medios y redes, la insidiosa utilización del concepto de libertad, la banalización de la pandemia y un largo etcétera de circunstancias, desgranadas todas ellas por mentes más lúcidas que la mía.

Me sumo también a la valoración realizada por no pocas personas que tengo como referentes, acerca de la decisión anunciada por Pablo Iglesias durante la noche electoral. Me adhiero al elogio que todos ellos han manifestado, tanto por el gesto del exvicepresidente como por lo mucho que este ha aportado a la política española durante los últimos años, algo que con el paso del tiempo se sabrá valorar de manera más desapasionada, incluso desde sectores abiertamente enfrentados a él.

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Reconocido todo ello, quedamos a la espera de algo más. Porque el batacazo de la izquierda en Madrid merece algo más que el solemne anuncio de reflexiones y autocríticas que, si de verdad se realizan, nunca llegamos a conocer más allá de las manidas conclusiones que habitualmente imputan los desastres a una fallida comunicación o un mensaje desenfocado. Merece algo más que ocurrencias poco inteligentes como la de vilipendiar al votante que no se ha atraído y poner en duda su cordura; algo más que persistir en esa actitud de superioridad moral que tanto daño hace; algo más, en definitiva, que pase por un descarnado escrutinio sobre las hondas razones de la herida. Unas heridas tan profundas difícilmente se disimulan con maquillaje, difícilmente se ocultan con tiritas.