l amigo Ismael no es de mucho gastar, pero comenzó a comprar el periódico todos los jueves desde que le anuncié que ese día de la semana asomaría por esta contraportada. Al cabo de unos meses me comentó que estaba disfrutando de la lectura, cosa que agradecí, pero cuando me añadió que le habían encantado sobre todo la historia del japonés que cumplió 112 años, la de la carta de amor que llegó con cuarenta años de retraso y la del millonario premio de lotería de un desempleado, me desmoroné. Le tuve que aclarar que lo mío era solo lo de arriba, no el resto de la página.

Así han transcurrido cien columnas desde que el director Eduardo Iribarren me propuso este reto que acepté con gusto. Llenas de anécdotas, agradecimientos, reproches, felicitaciones y críticas. Cien columnas que han traído consigo más de cien conversaciones con mi hermano Imanol comentando el texto; casi cien fotos del periódico enviadas por Xabi desde su furgoneta; decenas de llamadas de mi tocayo de Herrera sugiriéndome a veces más caña y otras veces acusándome de melifluo; aplausos de Dorleta combinados con sospechosos silencios; interesantes apostillas de Aitor, Ander e Iñigo, el trío de Gros, siempre riguroso, como lo es también el trío de Goierri; incluso peticiones de aclaración de un señor que me ha abordado ya tres veces en la calle con el recorte en la mano. Pequeños ejemplos de todo lo vivido gracias a una columna que incluso ha tenido el honor de ser citada y recomendada por Horacio, el párroco de Oñati, en uno de sus extensos sermones.

Reconoce uno estar disfrutando mucho en el empeño de comentar semanalmente la actualidad en tres o cuatro párrafos. Siempre embarga la duda de si se acierta o no, pero aparquemos por hoy tales recelos. Hoy corresponde agradecer a mucha gente por su apoyo. Y corresponde también comprometerse a aclarar en breve el porqué del nombre con el que bauticé la columna en septiembre de 2018, ese nombre que tanto intriga a algunos: Axotez beztuz.