Durante semanas nos han ido emitiendo el culebrón del proyecto de izquierda encabezado por Yolanda Díaz y la pugna por hacerse con la vitola de pata negra de la nueva izquierda que ha mantenido con Ione Belarra e Irene Montero. Cuando el desencuentro ya estaba rubricado y entrábamos en fase de anticlímax, un golpe musical estridente deja el “continuará” al final del último capítulo. Yolanda Díaz hará campaña electoral en las autonómicas y municipales por todas las marcas enfrentadas a la elección del votante. La ministra busca mostrar un liderazgo ubicuo invitándose públicamente a participar en todos los actos de las diferentes siglas agrupadas en torno a las órbitas de Sumar y de Podemos. Si esto ya es difícil encararlo por omisión –esto es, que uno lance las soflamas propias de sus mítines obviando que está en disputa con otras siglas, por cercanas que le queden– no te digo ya pretender que sea una acción positiva y defender con el mismo celo y entrega a los candidatos de Podemos-IU en Madrid y Valencia que a los de Más Madrid y Compromís. A estas alturas nadie puede dudar de la capacidad de hacerlo sin que se le mueva una ceja, pero quizá debería dedicar algo más de tiempo a explicar a sus votantes por qué ellos tienen que elegir entre ambos si la lideresa ubicua juega a situarse por encima de ambos. Alguien debería preguntarle con toda lógica a quién quiere más, si a papá o a mamá, o a quién votaría ella si estuviera en el brete en el que los pulsos personalistas de la izquierda española han situado a sus simpatizantes. La ventaja de todos ellos y todas ellas es que ninguna –ni Díaz, ni Belarra ni Montero ni Echenique, y no te digo ya Iglesias– son los candidatos que tendrán que vérselas con el examen ciudadano o afrontando una legislatura municipal o autonómica con menor o ninguna representación. A la política líquida le sigue ahora la política ubicua, que extiende por todas partes los mismos perfiles porque no calan más allá de su propio marketing. Pero ni riega la democracia ni le quita la sed de soluciones.