Tal vez estaba uno excesivamente suspicaz cuando intuyó que lo de la cuenta en Suiza de Xavier Trias era unamaniobra de las cloacas del Estado para despejarlo de la alcaldía de Barcelona. El tiempodestapó la guarrada, pero no consta disculpaalguna de Ada Colau, máxima beneficiada dela operación, de la que se aprovechó con vergonzosas declaraciones.
Quizá está uno retorcido cuando sospechaque la decisión de Valls de regalar la alcaldíade la capital catalana a la propia Colau formaparta de otra operación de los poderes fácticos que comenzó tiempo atrás con el aterrizaje del francés en la ciudad, y que tenía como objetivo impedir un nuevo alcaldeindependentista en la ciudad, en este casoErnest Maragall.
Acaso fue uno muy malpensado cuandodedujo tiempo atrás que el gran encumbramiento mediático y el inmenso apoyo económico a Ciudadanos, primero en Cataluñapara frenar al independentismo y luego enEspaña para contrarrestar el efecto Podemos, respondía al diseño de los que verdaderamente mandan.
A lo mejor está ahora uno receloso en demasía cuando sospecha que la crisis interna delpartido naranja está inducida en parte por losmismos, para tratar de que Pedro Sánchez no dependa de los malos. No le cuadra si no auno que algunos listísimos dirigentes se dencuenta justo ahora de que pertenecen a unpartido facha, tirando a muy facha.
Así, entre talveces, quizás, acasos y alomejores; entre suspicacias, sospechas y recelospasa uno el día observando lo que sucede,siempre con el modesto objetivo de que no letomen por muy tonto y con el firme convencimiento de que casi nada de lo que acontecelo hace por arte de magia o por intervencióndivina. A no ser que pensemos, como diceque lo hace el inefable Jorge Fernández Díaz,que la guerra civil española la ganó la Virgendel Pilar.