Nunca antes una campaña electoral había pasado por las pruebas de dos debates televisivos, una Semana Santa y la aparición de Isabel Pantoja tirándose al mar de billetes que el jefe de Mediaset le había colocado abajo, en esa isla donde tantas expectativas han puesto. Y no van descaminados. El pasado jueves, día del estreno, a los cuatro millones de espectadores propios del espectáculo de la tonadillera-concursante se les unieron otros cuatro millones que, a sabiendas de que la Pantoja aparecería no se lo quisieron perder. Es difícil de calibrar con precisión, pero esa indecisión de no querer ver Supervivientes pero apretar el mando como quien no quiere la cosa, es algo inconfesable. Una duda parecida a la indefinición del electorado en la que tanto han insistido las encuestas previas a la campaña electoral que hoy se dilucida. Uno no quiere pero acaba mirando. Uno no quiere pero acaba votando. Una respuesta irracional o totalmente meditada. Esa es la cuestión. Y la cuestión también cambia como ha demostrado el documental Planeta hostil que estrenó el canal National Geographic. Un documental que ha cambiado la forma de acercarse a los animales protagonistas. Si desde los tiempos de Félix Rodríguez de la Fuente se apostó por los grandes objetivos fotográficos que acercaban la vida natural hasta el espectador, en este caso, la experiencia llega al sentir la cercanía del cámara que conecta con los animales porque convive físicamente con ellos. El viaje que nos proponen habla del cambio climático: está aquí y afecta directamente a muchos animales cuya evolución no contaba,desde luego, con que la temperatura del planeta fuera a ir en su contra. Si uno comparara este ejemplo con lo realizado por la Pantoja, podemos pensar que, en efecto, la naturaleza tiene atajos que pondrían en cuestión la evolución de las especies y hasta el mismo Darwin estaría de acuerdo si ve a la tonadillera empapada de barro seguir el espectáculo como si tal cosa.