En un auditorio lleno de universitarios, Albert Rivera citó a Kant como uno de sus referentes fundamentales. Preguntado por el moderador por alguna obra concreta del filósofo prusiano, el político catalán no pudo citar ninguna y, ante la algarabía de los presentes, no tuvo más remedio que reconocer que no había leído ninguna de sus obras.

Está también el caso de un político vasco que citaba con profusión a un novelista local, hasta que un periodista le invitó a que detallara el porqué de sus menciones. La respuesta debió de ser tan surrealista que el responsable de prensa del político tuvo que rogar al plumilla que omitiera la cuestión del texto final de la entrevista. Son los riesgos de quienes quieren pegarse el moco con ínfulas intelectuales, pero sin aprenderse la lección, hablando de oídas o haciendo caso a asesores que no son conscientes de las limitaciones de sus jefes.

A Carlos Urquijo le ha dado por crear la asociación Esteban de Garibay, para fortalecer -dicen- el vínculo del País Vasco con España. Consideran que el historiador y cronista real mondragonés del XVI es ejemplo de normalidad a la hora de asumir eso de ser vasco y español a la vez. Respetable empeño. Leemos también que el objetivo de la neonata asociación es el de "desenmascarar las falsedades sobre la historia". Es ahí donde uno empieza a dudar sobre la pertinencia de la elección.

Y es que, junto a sus méritos y la incuestionable importancia de parte de su obra, nos encontramos ante un Garibay fantasioso, autor de estrambóticas etimologías, creador de extrañas genealogías como la que situaba a Felipe II como legítimo descendiente de Carlomagno y del emperador Constantino, defensor del tubalismo como teoría mítica del origen de los vascos, vascoiberista y a ratos vascocaucasista en lo filogenético, plagiador... curiosos datos todos ellos para dar nombre a una asociación que, repetimos, pretende "desenmascarar las falsedades sobre la historia".