De entre todos los Cantantibus compuestos en honor a Santa Cecilia nosotros interpretábamos la creación de Francisco Esnal, donostiarra afincado en Oñati, quien nos legó también una inmensa Salve. Es curioso, pero la designación de la citada santa, que hoy celebramos, como patrona de los músicos se debió al error de un mal traductor, que supuso que el órganis de un texto latino era un órgano en vez de un instrumento de tortura.
Como todo en la vida, la música está plagada de anécdotas y bellas historias. También la nuestra. Junto a la imprescindible Alborada de Segura, sonaba mucho en días como hoy en nuestras calles el Altza Gaztiak de Beobide, que en realidad no era más que una adaptación del Aupa Mutilak de José Olaizola, compuesta en 1905 para la inauguración del Batzoki de Zarautz. La pieza cayó entre nosotros en desuso cuando el Athletic de Bilbao se apropió indebidamente de la composición y nuestros músicos prefirieron ahorrarse explicaciones cada vez que la interpretaban.
No fue apropiación, sino reciclaje lo que hizo Pablo Sorozabal con la Marcha de Deba, irugarren kalez-kale, también muy apropiada para la festividad de hoy. Y es que en realidad se trata de un himno en honor a las milicias vascas que en plena guerra civil se batían defendiendo Madrid. Bautizada al inicio como Eusko Indarra y luego como Euskadi Libre, tuvieron que pasar dos décadas para que el compositor donostiarra la reconvirtiera en la gran marcha que hoy es.
Es evidente que si a nuestra rica historia musical se le junta la no menos profusa historia política nos encontramos con verdaderas joyas de nuestra memoria, cuyos orígenes han permanecido desconocidos o deliberadamente ocultados. Y es que, ciertamente, para muchos habría sido incómodo -lo es aún- reconocer que dos de nuestras melodías más populares loaban el germinar jelkide de Gipuzkoa y la heroica batalla de nuestros milicianos en Madrid. Feliz Santa Cecilia.